ReescribÁ todos los cuentos otra vez desde el principio en ocho meses febriles en los que no necesitÁ preguntarme dÁnde terminaba la vida y dÁnde empezaba la imaginaciÁn, porque me ayudaba la sospecha de que quizÁs no fuera cierto nada de lo vivido veinte aÁos antes en Europa. La escritura se me hizo entonces tan fluida que